Abre los ojos

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Una noche despejada.
Un cuarto piso.
Un balcón.
Una comunidad de vecinos que duerme.
Una ventana abierta.
Una pareja haciendo el amor.
Unos niños que aparentan estar dormidos.
Un segurata masturbándose en la penumbra.
Un pensamiento…
Un amigo que se va. Y no va a volver.
Un cigarro.
Dos cigarros…
Y ahí estaba él, mirando la Estrella Polar en busca de un milagro o una pistola. Aquella tarde había estado a punto de…bueno, de volver a llamarla. Parecía que nunca podría superar que lo dejara.
Tres cigarros.
Una canción…la misma canción…la misma imagen.
Dentro de siete horas y media tendría su primer examen; una oportunidad para salir de toda aquella mierda. Pero su incalmable hedonismo no le había dejado estudiar. Otra oportunidad perdida. Otro motivo más.
Sabía que siempre tendría a sus amigos, que no estaba solo. No era suficiente.
No le gustaba su cuerpo. Le parecía una mierda. Pero para quitarse esos kilos de más, necesitaba otros tantos kilos en el bolsillo.
Su madre, su padre, su abuela…
Sin más dilación se acercó al balcón, saboreó el aire sucio de la ciudad y volvió el deseo de cada noche.
Cuatro cigarros.
Un balcón.
Un cuarto piso.
Una noche despejada.
Un salto…
De repente, se despierta en su cama. Todo había sido un sueño. Un sueño que deseaba que se hiciera realidad, pero no tenía el valor suficiente para cumplirlo. Y seguía su asquerosa y lamentable vida.
Su madre, su padre, su abuela…
Un pensamiento…
Sus amigos.
Su carrera.
Su hedonismo.
Laura…
Se levantó, se lavó los dientes y se sentó a desayunar. Entonces, escribió esta canción:

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