Todo fue un cunnilingus con Nesquick.

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Maldita la hora en la que me quisiste.
Ya solo pienso en ver tus ojos tristes
alardeando de poesía y…
Maldita la hora en que me enamoré,
desde el primer momento en el que me viste.
Cuando entre tu balcón y el mío
solo había motas de deseo
descansando en un triste suspiro de
alcobas y vino.
A quién quiero engañar.
Si unas gotas de perfume barato
me bastan para soñar,
con dos cuerpos cansados,
de tanto mirar
(se) a los ojos, encendidos.
Maldita la hora en la que fuimos
por el mismo camino.
Y es que me dejé llevar
por la dulce voz de la felicidad;
pero ya mi corazón no late al mismo ritmo.
Y me siento vacío.
No temas, preciosa.
Que aquí se separa nuestro río,
pero siempre quedará
esa espina hermosa
clavada en nuestras almas
por haberme querido.
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