Entramos en el portal y...

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Llegamos a mi casa y, ¡oh, qué bien!, Chopin era líder de ventas en iTunes. Tomamos varias copas sentados en el sofá, mientras reíamos desesperadamente, esperando un grito iluso de deseo. En ese momento, nuestra sonrisa se borró y las miradas cambiaron. La profundidad, color azabache, de sus ojos no me inspiró amor…íbamos bien. Nos acercamos mutuamente sin ningún tipo de vacilación y nos fundimos en un ardiente y amplio beso. La lujuria guardó el champagne en la nevera mientras los dos huíamos despavoridos hacia el dormitorio. Y sin darnos cuenta, la ropa desapareció de la escena, y sólo quedamos ella, el aire caliente y yo. Sus manos recorrían mi cuerpo como una rata en un laberinto; sin rumbo fijo, a una velocidad descomunal…sabiendo dónde iban a terminar. Mientras el mosquito que me estaba picando moría de una subida de temperatura, ella bajaba, y bajaba; casi con más entusiasmo que yo. De repente, mi cere (hmm…)…mi cerebro se volvió compasivo y nos cambiamos los papeles. Sólo el reloj nos vigilaba. Ascendí misteriosamente hacia su boca, porque lo único que deseaba era besarla como si no hubiera mañana. Nos quedamos quietos un segundo, nos miramos, y temblamos de placer cuando en aquella habitación ya sólo había una persona. El sudor era agradable, pero aún más, mis dedos entre su pelo y yo mismo entre sus piernas. Pasamos del adagio al molto vivace; y, por un momento, pensé que íbamos a perder el conocimiento. Y finalmente lo perdimos, dándole rienda suelta al subconsciente. Así, llegué a mi destino…ella, dos veces. Y lo único que fui capaz de decir en aquel momento fue: “Eres fantástica”. Entre el humo del cigarro de despedida, ella sugirió que se había quedado con hambre, por lo que, muy a mi pesar, volvimos al restaurante.

Abre los ojos

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Una noche despejada.
Un cuarto piso.
Un balcón.
Una comunidad de vecinos que duerme.
Una ventana abierta.
Una pareja haciendo el amor.
Unos niños que aparentan estar dormidos.
Un segurata masturbándose en la penumbra.
Un pensamiento…
Un amigo que se va. Y no va a volver.
Un cigarro.
Dos cigarros…
Y ahí estaba él, mirando la Estrella Polar en busca de un milagro o una pistola. Aquella tarde había estado a punto de…bueno, de volver a llamarla. Parecía que nunca podría superar que lo dejara.
Tres cigarros.
Una canción…la misma canción…la misma imagen.
Dentro de siete horas y media tendría su primer examen; una oportunidad para salir de toda aquella mierda. Pero su incalmable hedonismo no le había dejado estudiar. Otra oportunidad perdida. Otro motivo más.
Sabía que siempre tendría a sus amigos, que no estaba solo. No era suficiente.
No le gustaba su cuerpo. Le parecía una mierda. Pero para quitarse esos kilos de más, necesitaba otros tantos kilos en el bolsillo.
Su madre, su padre, su abuela…
Sin más dilación se acercó al balcón, saboreó el aire sucio de la ciudad y volvió el deseo de cada noche.
Cuatro cigarros.
Un balcón.
Un cuarto piso.
Una noche despejada.
Un salto…
De repente, se despierta en su cama. Todo había sido un sueño. Un sueño que deseaba que se hiciera realidad, pero no tenía el valor suficiente para cumplirlo. Y seguía su asquerosa y lamentable vida.
Su madre, su padre, su abuela…
Un pensamiento…
Sus amigos.
Su carrera.
Su hedonismo.
Laura…
Se levantó, se lavó los dientes y se sentó a desayunar. Entonces, escribió esta canción:

Escupitajo de sentimientos (Rap)

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Salir de casa, soñando con un mundo mejor,
las campanas del cielo anuncian ya una revolución,
mientras unos piensan cómo agradar al redentor,
otros ya han actuado, dando la espalda a su propia religión.
La voz de la experiencia clama un acto de rebeldía;
jóvenes hedonistas prefieren vivir el día a día;
mujeres que luchan por hacer su sitio en esta sociedad;
y políticos que los apoyan desde sus tronos de hipocresía.
Pero echas un vistazo al horizonte, y piensas con frialdad.
Te das cuenta de que todo esto no es lo que te afecta, en realidad.
Realmente tú ya sabes lo que te preocupa,
tienes un alma ocupa,
culpable de todo tu malestar.
Y sin saber por qué, ni cómo, ni cuándo, ni quién,
te olvidas del destino, sólo piensas en tu camino.
Me faltan palabras para expresar este sentimiento,
pero a estas alturas ya todos sabréis lo que siento,
no?
Subes al bus con ganas de una cerveza,
sabiendo que el mundo no reparará en tu tisteza,
con la presión de tu rutina escondida tras la maleza;
no hay certeza, de si algún día podrás levantar cabeza.
Mientras, el tiempo avanza con aire desinteresado,
sin preocuparse por aquellos que se quedan en el camino, pero,
aun teniendo amigos que estarán siempre a tu lado,
tu mente no reacciona y se obsesiona con el destino.
Egoísmo puro y duro crece de mi corazón,
la soledad que tanto ansío no va del todo con mi estilo;
quizá Goldbach tenía razón con sus números primos
y con otro a mi lado pueda llegar a mi estación. ¡Sí!
Con malas caras no me crecerán alas para volar,
lo que yo necesito es un poco más de libertad,
para obrar, lograr, llorar y amarme a mí mismo,
y conseguir que mis temores duerman por siempre en el abismo.
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