Mindfucked

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De esas veces en las que sabes que tienes todo lo que necesitas y más. Cosas que mucha gente envidiaría. Tienes gente que te quiere y te cuida, que sabes que no van a darte la espalda si vienen vacas flacas. Tienes el polvo del fin de semana, que casi nunca te falta. Tienes la música, que te acompaña noche y día para que no estés sola. De esas veces en las que sabes que lo tienes todo y, a pesar de ello, tienes la certeza de que te falta algo. Y yo sé lo que te falta… los dos lo sabemos. Te faltan mis gilipolleces, mis rayadas y mis berrinches. Te faltan mis mensajes en el buzón, y mi olor en tu ropa interior. Te faltan mi asquerosa boca y mi mierda de pelo. Te falta mi ojo derecho, que siempre te está mirando, para que te sientas en el centro. Te faltan las películas que nunca terminamos. Te faltan mis orgasmos, mi sabelotodismo, mis rarezas, mi música, mi falta de madurez; y te falta el peso de mi verdad entre tus piernas. Te falto yo,  y te falta valor para admitirlo.

Double Donkeystep - Drum&Butt

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Found noone coming back home

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El folio en blanco
quema en las manos del poeta.
Tinta corre por sus venas muertas.
Grita y le salen mil letras.

Cuando el poeta calla
el silencio le habla.
En soledad se halla
su musa; a merced de una raya se calma.

La inmensidad le carcome sus entrañas,
con parasitaria danza marcha
a través de campos de malvas.

La filosofía mancha
las cartas del poeta triste;
una dosis más de amor
por una menos de alpiste.

Veintemil leguas tercas
de viaje intrauterino.
Va cortando las cabezas
que se cruzan en su camino.

El vino, cloroforma dentro de las faldas,
abre puertas a su paso,
pinta monas y hadas.

Una paja más, un día menos.
Piensa en la chica de la curva
y se corre, sincero.

Al menos, sueña con ser un ignorante.
Se olvidó de la felicidad que antes
parecía encontrar en el arte

y que ahora ahoga en el vodka,
parte del placer
que invoca su boca sola,
y esa es otra.

Aprieta la soga del mimo,
hunde los dientes en su cuello
y se funde, a su ritmo.

Diario de un Hipster

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Querido diario (8):

Hoy vuelvo a sentir que todas las personas que me rodean son idiotas. De nuevo he estado toda la tarde en el Starbucks del aeropuerto, escuchando mi vinilo de No Sé Qué Grupo Indie Que No Conoce Ni Su Puta Madre mientras me veía obligado a quejarme de lo mainstream que resulta este mundo vía twitter con mi Mac Book Pro i5 13’’. ¿Por qué la vida es tan difícil? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Encima, me han puesto el frapuccino sin caramelo… Soy un incomprendido. La gente me mira raro por ser diferente. Qué digo diferente…  ÚNICO. Pero no lo hago a posta. La sociedad me obliga a llevar gafas de pasta y pantalones ajustados (arremangados por encima de los tobillos y con mocasines y calcetines de rombos, obviamente) para demostrar que otro mundo mejor es posible.

Cambiando de tema: Hoy me ha llegado un difundido a mi iPhone 4s de que Muse saca nuevo disco. Me han entrado arcadas al ver que en dos días que lleva la promo en la calle ya tenga miles de visitas. ¿Cómo puede seguir gustándole a la gente? El primer disco es el mejor, sin duda (yo ya los conocía antes de que se hicieran famosos). Ahora son unos possers comerciales (de la calaña de Pitbull, Fran Perea y Katy Perry), and full stop.

Ains, diario…cuánto echo de menos los 50’s y los 60’s. Las Polaroid, el pop, los flequillos, las RayBan originales, el sepia, los vinilos, el romanticismo, los besos bajo la lluvia, las películas de Buñuel, (que solo he visto una, pero es mi Director preferido)... Qué tiempos aquellos… [GOOD TIMES].

En fin. Qué le voy a hacer si soy una rareza natural. Mañana seguiré luchando contra todas las injusticias de este mundo. Twittearé todo lo que pueda desde mi Mac y mi iPhone, leeré las portadas de varios libros de filosofía y escribiré más canciones sin sentido, pero que tienen que ser buenas (por cojones), ya que no las entiende ni Dios.
Nos vemos pasado mañana, diario (escribir en el diario todos los días es muy mainstream).

Todo fue un cunnilingus con Nesquick.

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Maldita la hora en la que me quisiste.
Ya solo pienso en ver tus ojos tristes
alardeando de poesía y…
Maldita la hora en que me enamoré,
desde el primer momento en el que me viste.
Cuando entre tu balcón y el mío
solo había motas de deseo
descansando en un triste suspiro de
alcobas y vino.
A quién quiero engañar.
Si unas gotas de perfume barato
me bastan para soñar,
con dos cuerpos cansados,
de tanto mirar
(se) a los ojos, encendidos.
Maldita la hora en la que fuimos
por el mismo camino.
Y es que me dejé llevar
por la dulce voz de la felicidad;
pero ya mi corazón no late al mismo ritmo.
Y me siento vacío.
No temas, preciosa.
Que aquí se separa nuestro río,
pero siempre quedará
esa espina hermosa
clavada en nuestras almas
por haberme querido.

No me pidas que escriba cuando estoy feliz.

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-          “- Sabes que lo nuestro nunca funcionaría
-         -  Espérate. Déjame que lo intente.
-          - (Te suplico que intentes arreglar lo de la otra noche)
-          - Sabes, Carol… cuando estás cerca me siento mejor. Créeme; ahora mismo puede que yo sea la única persona que sepa apreciarte de verdad. Cuando estoy en el restaurante siempre pienso, mientras te veo atender a los demás clientes: “Cómo es que no se dan cuenta de que acaban de conocer a la persona más maravillosa del mundo”. Y yo lo sé.
Entonces, los dos se fundieron en el beso más ardiente y apasionado que jamás pudieron imaginar. Aún más intenso que todos aquellos que Carol había visto en los finales de aquellas películas de Woody Allen, que tanto le gustaban. Y ahí seguían, besándose, como si no hubiera mañana. Ella en camisón, él en bata, y los dos en carne viva. El olor de los bollos recién hechos de la panadería de la esquina les hizo recordar que aún seguían en la calle. Así, los dos salieron de su burbuja para verse envueltos en un laberinto de sábanas de seda. Una noche magnífica, con un sinfín de caricias por delante.
Melvin, cada día más enamorado, suplicaba (a ese Dios al que no había rezado nunca) que el tiempo no pasara para los dos”.
Y así es como me siento yo ahora.
Es curioso cómo nuestro cerebro nos cierra el grifo cuando estamos felices. No salen las palabras, ni la lógica. Ningún tipo de raciocinio o acción que nos saque de este aura que nos embauca y nos atrae cual droga sintética. Así, damos rienda suelta a nuestros instintos más primitivos, como dejándonos llevar por la corriente de un río que, a escasos metros de su yacimiento, fluye tranquila.
Mañana, despertaré en Sol Mayor y me diré a mí mismo: “Eres la persona más afortunada del mundo. Y, por ser tú, te voy a conceder el honor de estar feliz durante todo el día”. 
Más vale que no me acostumbre, aunque espero que dure mucho tiempo.

Canción a un triste tigre (Original)

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