Hola, adiós.

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Todas las historias comienzan delante de un folio en blanco; tópico entre tópicos. Miles de “escritores” han puesto su  inspiración en manos su musa, la celulosa. Pero en mi folio ya había un nombre escrito antes de empezar esta historia. Solo diré que acaba muy mal y que lo que pasó entre medias, en realidad, no importa. Al final, dejamos de vernos, de hablarnos y, por supuesto, de acostarnos. El azúcar se volvió amargo y toda esa sarta de gilipolleces. Una caja llena, un corazón vacío, y una canción desesperada son las únicas cosas que quedan de aquella noche. Ah, bueno, y yo.  Fin.

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